viernes, julio 29, 2005

La palabra, por Rolando Drut

Sobre la Caída y la Secretaria...

La palabra, la verdadera palabra, fue realmente liberada hacia los años´90. Fue por aquella época, cuando los testimonios llegan a tener mayoría de edad y empiezan a ser escuchados.
Pensemos que, recién en el año 1995, el presidente Jacques Chirac, finalmente reconoció oficialmente la responsabilidad del Estado Francés, (y del gobierno de Vichy) en la persecución de los judíos, durante la segunda guerra del siglo pasado (le Monde 22/4/2005).
Entonces, hoy en día, para muchos, judío y no judíos es todavía difícil oír, prestar el oído y sobre todo comprender. Muchos todavía piensan que aquello, tan viejo, tan lejos, pasó y pasó hace tanto. Y que ya no vale francamente prestarle atención, y si subirse al trampolín de esta nueva vida, plena de placeres tinellizados.
Muchos otros piensan, supongo, que todo aquél infierno, y recalco “aquél”, es excesivamente tenebroso, fuerte de escuchar, tan cerca de mi impoluta orejita. Entonces mejor deciden no oír, no escuchar, menos ver, por que puede lastimar y mejor no lastimarse, ni siquiera para pensar. Ocurre que nada vale la pena, simplemente mi hedonismo y mi disfrute.
Muchos otros, y hay demasiados “muchos otros” que no se han percatado, que “este” es el momento y no otro, porque el otro no pudo ser, y este es el que es. ¿Se entiende?.
Este es el momento, el tiempo del recupero de la identidad, pretendidamente borrada, difuminada.
Y están, también, los que no han percibido que la Shoah, el Holocausto, está cada día más vigente, más palpable, más visible, en la sociedad. Y si bien no es la nueva religión laica como pregonan algunos, es sí, una fuerte tendencia a la reinserción de esta historia. Reflexionar que no pertenece, solamente al judío sino a toda la sociedad en general. Películas como “La caída” o “La secretaria... no son fáciles de digerir, pero son necesarias, en el contexto de persistir que es preciso estar alerta, que ahí nomás está el horror, sí, ahí nomás y todo estas películas ayudan, para que la sociedad entienda de una buena vez, lo demoníaco que pasó con muchos seres. El atentado a la AMIA, como el ataque a la Embajada de Israel, está tan cerca desgraciadamente y tan vivo.
Hay personas, que eventualmente nunca comprenderán, que jamás descubrirán esa sensibilidad de encolumnarse detrás de la bondad, de la solidaridad. La empatía es este imperativo categórico esencial y necesario, más que ningún otro, hoy en día. Días de peligros estos.
El mundo tiene mucho que aprender, quizás no pueda y sea demasiado para él.
Caín habría matado a su hermano Abel, (Génesis 4:8), y Jehová le dijo: ¿Qué has hecho? Y Abel respondió: ¿Acaso soy el guardián de mi hermano? Naturalmente no somos el guardián de nuestros hermanos. Tamaña tarea no nos compete. Pero si podamos alertar. Estamos en esto.
Asombra descubrir hasta que punto los alemanes no aprendieron nada en los años de posguerra. Ellos dijeron: ”Somos una democracia y no habrá más nazismo entre nosotros”. Esas palabras fueron más excusas que lecciones aprendidas. Me apena y me estremece que el, antisemitismo y el racismo aún sean relevantes. (Oliver Hitschbiguel, director de “La caída”).
Muchos otros, tampoco aprendieron.

domingo, julio 24, 2005

Derogación Circular 11. Rectificación de Identidad. Primeras reacciones

Por DIANA WANG

El pasado 8 de junio el Gobierno argentino derogó, después de 67 años de vigencia, la Circular 11 que prohibía el otorgamiento de visas argentinas a judíos. Los que conseguimos entrar, lo hicimos declarando no ser judíos y así fuimos inscriptos en los registros migratorios. He solicitado y se me ha aprobado, la rectificación de esta declaración, expediente 3729/05 “Wang, Diana s/solicitud”.

La complejidad de ser judío. La pregunta sobre quién es uno, cuál es su sentido, origen y destino, es la gran pregunta existencial, funda todas las filosofías. Los judíos nos la preguntamos, igual que cualquiera, aunque con el ingrediente particular de nuestra múltiple pertenencia. Salvo los que viven en Israel a partir de 1948 –que tienen otros y nuevos problemas- los demás judíos coexistimos con ello y con nuestra nacionalidad, en una interacción y un diálogo de enorme riqueza. Así, en Argentina los argentinos somos judeo-argentinos/argentino-judíos. (Queda para otra disquisición cuál término va primero y qué cosa implica la sustantivación y la adjetivación en cada caso y por qué ambos podrían corresponder a la verdad), en una doble identidad. Lo judío y su cosmovisión humanística mamado en la vida familiar, se entreteje con las características culturales de nuestro país.

Ciudadanos de segunda. El contexto argentino, benévolo hacia lo judío en general, mantiene sin embargo sentimientos y sospechas antijudías larvadas, aunque frecuentemente negadas. Nadie dice, pero se sabe, que por judíos tenemos el acceso obstaculizado, prohibido, al servicio exterior, al ejército, a algunos clubes, countries, sociedades. Nadie lo dice, pero se sabe, que por judíos en la Argentina somos ciudadanos de segunda clase, que la Constitución no se nos aplica del todo a nosotros.

Repito y señalo las dos cosas: junto al sentimiento antijudío que deviene en prácticas antijudías, coexiste su negación en un ocultamiento hipócrita pues no es explicitado ni declarado ni, por supuesto, asumido.

Sucedió lo impensado. El pasado 8 de junio, con la derogación de la Circular 11, sucedió lo insólito: el gobierno reconoció en parte este estado de cosas, pidió perdón y se comenzó a caminar el camino de un diálogo que hasta entonces parecía utópico. Presente en la Casa Rosada, frente al Presidente de la Nación y a los Ministros del Interior y de Relaciones Exteriores (y Culto: ¿hasta cuándo el culto será un ministerio?), entreví, por primera vez, la posibilidad de convertirme en una ciudadana como cualquiera. Fue un comienzo que ahora se continúa con la rectificación de mi registro migratorio y mi inscripción como judía luego de casi 60 años de figurar como católica.

Se trata de un cambio simbólico pero de fuerte peso identitario. La Argentina está empezando a ser un país en el que ya va dejando de ser preciso mantener asentada la mentira sobre quien soy. Con esta medida, comienzo a ser admitida, aceptada, reconocida y respetada en lo que soy en realidad. Me confiere derechos renovados, afirma el piso bajo mis pies.

Me quedaba en “religión”. “Religión o Moral” era la frontera entre las chicas “normales” y las otras. Las judías, claro. Las judías eran instruidas condescendientemente con principios morales. Me quedaba en “religión”. Recién llegados a la Argentina, mis padres no dijeron en la escuela que éramos judíos. No querían que sufriera lo que habían sufrido ellos, que no me dejaran estudiar ni trabajar en lo que quisiera, que me persiguieran, que me quisieran matar y que en el futuro persiguieran y mataran a mis hijos. Me quedaba en “religión” para ser igual que todos en un país en el que todos sabían que los judíos no éramos iguales que todos. Me quedaba en “religión” pero el simulacro se hizo trizas por sí mismo ni bien empecé a hacer preguntas, ni bien puse a mis padres en algunas situaciones incómodas (como querer hacer la comunión), ni bien otros me señalaron con sutiles burlas mi densa y peyorativa diferencia. El recuerdo de Europa era demasiado próximo, algunas conductas del gobierno de entonces eran evocatorias de peligros conocidos y las heridas eran demasiado recientes para exponerse otra vez. Mejor no decir que éramos judíos. Por las dudas. Siempre por las dudas. Siempre ese destello en la mirada del otro cuando se hacía evidente que lo éramos. Siempre ese sutil, ligero cambio de clima en la conversación cuando mi identidad judía se explicitaba.

Parece que según el estereotipo antisemita argentino no parezco judía, tampoco lo parecen ni mi nombre ni mi apellido. Menuda suerte la mía. “No parecés judía” dejó de ser un elogio cuando comprendí la ofensa que implicaba que se dijera como elogio.

El lento “darse cuenta”. Cuando el Dr Rodríguez, el Director de Migraciones, me anunció el pasado 7 de julio que mi expediente estaba aprobado, que en breve me entregaría el acta de rectificación de mi identidad, se me vinieron encima todas estas cosas. El revuelo a mi alrededor, el azoro, la estupefacción que observaba a medida que gente querida que compartía conmigo esta situación se “daba cuenta” de que también podrían rectificarlo, de que también habían vivido todos estos años creyendo que no les importaba figurar como católicos, sacudiéndose como un polvillo transitorio la molestia del antijudaísmo silencioso y larvado, el olvido humillante de saber que se está anotado en algún lugar como católico porque ser judío no está bien, no se debe, no es bien visto, tal vez sea vergonzoso, tal vez comporte –todavía, siempre- algún peligro. “¿Yo también puedo pedirlo?” me han preguntado decenas de veces en estos últimos días. “Sí!” respondí, “pedirlo y recibirlo y mostrarlo y saberlo”. Quedará en el registro la marca de la ignominia. Quedará el “católico” subrayado en rojo, y en otra parte de la página un “donde dice católica deberá leerse judía”.

¿Por qué no me importaba? Son curiosos los caminos que nos llevan a preguntarnos preguntas, a respondernos preguntas, a preguntar nuevas preguntas. Un proceso que se potencia a sí mismo, se abre en múltiples sentidos, a menudo sorprendentes. Cada día que pasa advierto con más fuerza cuánto de esto que está sucediendo me importa esencialmente y me pregunto con estupefacción ¿por qué antes no me molestaba? ¿Por qué el figurar como católica no parecía tener trascendencia ni era materia de cuestionamientos, ni de conductas ni de molestias? Tal vez la necesidad de hallar un refugio donde continuar nuestras vidas luego del horror de lo sucedido durante la Shoá, hacía que la “mentira blanca” imprescindible para que nos dejaran entrar, no tuviera importancia. Comparado con la cultura antisemita europea, potenciado con la política nazi, el requerimiento de declarar no ser judíos, era un juego de niños en aquel momento. “Eso es todo lo que piden para dejarnos entrar?” nos sorprendíamos, como si fuera un regalo, una suerte “¿y creen lo que decimos? ¡Qué país!”. Tener que mentir era definitivamente un mal menor, una llave, una forma de seguir viviendo. Nos resultaba natural.

La naturalización e internalización de la sospecha. Sabíamos desgarradoramente que no se nos veía con ojos amigables por ser judíos. Lo tomábamos como algo natural otra vez. ¿Por qué habría de ser diferente en la Argentina, un país tan católico como Polonia, como Francia? Los judíos, parados siempre en dos culturas -la del país en el que vivimos y la que llevamos en nuestras errancias históricas-, hemos aprendido a vivir, a desarrollarnos, a pensar, a construir, a sobrevivir, en el clima antijudío (más o menos intenso, más o menos evidente, más o menos peligroso). Y viviéndolo, algo de ello también se nos hizo carne. En nuestro mismo interior podemos albergar un acusador antijudío, y hacemos arreglos con él que nos llevan a tratar de no hacernos notar como judíos, no darnos a conocer, y nos ocultamos el ligero tinte de vergüenza que sentimos vergüenza en asumir, suponiendo que tal vez de esta manera, por un instante al menos, nos sentiremos iguales que cualquiera. Este acusador interno colaboró tal vez en que nos pareciera tan natural la mentira para sobrevivir.

Aceptados y visibles. Son éstas reflexiones muy preliminares dictadas al calor de la conmoción de lo que está sucediendo. Se abren preguntas apasionantes, merecedoras de investigación y respuesta. El escarnio sobre los judíos coexistió, paradójicamente, con su invisibilización. El mundo occidental tiene esa otra deuda con nosotros, la del reconocimiento de cuánto de lo judío es constitutivo de la civilización occidental, cuánto de nuestro mundo está indisolublemente ligado a lo judío. La Argentina –en el lejano sur del sur del mundo- participó, claro está, tanto del escarnio como de la invisibilización.

Del crisol a los hechos. Las medidas que nos tienen como testigos y protagonistas, proponen espacios nuevos. Espacios y definiciones. Y no sólo para los judíos. Todos somos beneficiarios puesto que el blanqueo de los hechos, el reconocimiento, la aceptación, el pedido de perdón, son pasos que dignifican a todos y que informan a todos sobre este estado de cosas. Que la Constitución Nacional esté en camino de ser aplicable a todos los ciudadanos argentinos será en beneficio de todos los ciudadanos argentinos. Que lo que se dice se conjugue con lo que se hace tal vez pueda llevar, algún día, al profundo trabajo aún pendiente en nuestra sociedad, de reconocimiento y aceptación del otro en su otridad, honrando la retórica del crisol de etnias que tanto nos ha llenado la boca como frase hecha y que tan poco hemos aplicado en la realidad.


jueves, julio 14, 2005

¡ALLONS ENFANTS DE LA PATRIE!

LE JOUR DE GLOIRE EST ARRIVÉ
Por Roland Drut


Las primeras leyes, de emancipación en el mundo (para los judíos), se dieron en Francia entre los años 1790/1791.

En aquella época habían adoptado, la lengua, la cultura, las costumbres del país y fueron considerados, como miembros plenos. En una palabra, se habían asimilados. La religión era la distinción que los mantenía alejados, del común de la gente. Ya no eran: “Judíos”, eran: “Israelitas”.

La llegada del judío a la modernidad y al mundo de los gentiles, significó un cierto abandono de sus tradiciones. Sin embargo es necesario no menospreciar el avance, ni negar su importancia, ya que a partir de la Revolución Francesa, tuvieron, por primera vez “derechos civiles” y fueron aceptados como “ciudadanos”, pero no como comunidad, lo cual no era poca cosa. La historia, como sabemos, siguió complicada.

miércoles, julio 13, 2005

LA SECRETARIA DE HITLER

Por Bejla Rubin de Goldman

Hemos visto el documental de 90´ de duración, titulado Im toten Winkel. Hitlers Sekretärin, que según nuestra traducción sería “En el rincón muerto. La secretaria de Hitler”.

Este documental ha sido realizado en el año 2001 por André Heller y Othmar Schmiderer. El 10 de enero de 2002 moriría Traudl Junge, a la edad de 81 años, efecto de un cáncer terminal. Antes de morir, desde su lecho de internación, sus últimas palabras en una conversación telefónica fueron “ finalmente he dejado de culparme”.

Desde 1942 hasta el suicidio de Hitler y Eva Braun el 30 de abril de 1945, Traudl Junge fue la secretaria personal del Führer. Llega a ese puesto a la edad de 22 años por sobresalir en una prueba mecanográfica. No estaba afiliada al partido Nazi ni su familia tampoco.

El relato de esta “sobreviviente” es de un tenor de angustia que se ve en la prisa de esta mujer por dejar asentado su testimonio, que atesoró casi negligentemente por 56 años.

Viviendo en el bunker del Führer, la guerra le pasó de forma casi inadvertida. Recién con el juicio de Nuremberg, pudo entender las consecuencias del nazismo, los campos de concentración, las cámaras de gas, la locura , el capricho y la maldad de su “jefe”.

Habla con angustia pero sin desconsuelo. Solamente se produce un quiebre hasta las lágrimas cuando recuerda el envenenamiento de los seis niños Goebbels de mano de su madre.

Explica muy bien la posición de Hitler para sus súbdito, ella incluida, la de ser un padre protector, que todo lo puede, y que inspira la más ferviente creencia en su función. Encontró en él a un padre, siendo éste más protector que el suyo propio. Entonces el segundo y último momento de quiebre en su relato acontece cuando este Padre de la Patria se suicida y ella no sabe qué hacer con su vida, a dónde encaminarse.

Piensa que si lo tuviera a Hitler delante le preguntaría ¿si ud. tuviera ascendencia judía, entonces, también se gasearía?, esto dicho no por fuera de un profundo odio personal, no solo al Otro, sino quizás a ella misma por haber creído en él, en un Otro inexistente, cruel, y haberse sometido a su amor de manera ingenua e incondicional. Casi podemos sacar una enseñanza de los efectos nefastos de toda una nación por la creencia absoluta en alguien que de últimas se apropió de una función que hoy vemos depreciada, y esto nos llega como el saldo más radical, cínico y desolador que nos dejó el nazismo.

Cuando deja caer esa posición crédula, hasta naïf diríamos, se entera que una joven de su misma edad, Sofie Scholl, fue ejecutada por oponerse al régimen nazi entonces, concluye. “ ser joven no es excusa”. Ser ciego o sordo no es excusa, ser crédulo hasta el extremo tampoco. Y lo más sorprendente para esta mujer fue que sobreviviendo a Hitler comprobó que ninguna de sus nefastas premoniciones se llevaron a cabo. Que el mundo pudo arreglárselas sin el nacionalsocialismo, que Alemania también pudo componerse sin un Führer, y que ella, Frau Junge atesoró tanto secreto por nada. Esperó 56 años para poder decir en un reportaje respetuoso, que supo escucharla, sin atiborramiento de preguntas inútiles, donde se la dejó hablar libremente para una vez saldada ella su deuda para consigo misma y la humanidad, que pudo morir finalmente en paz.

Nuestro pensamiento, este testimonio es imperdible.

domingo, julio 10, 2005

Observaciones necesarias

Por Rolando Drut

Precisamos re-significar determinados conceptos, en cuanto al sentido que estamos dando a los testimonios y al trabajo que se realiza para la mejor comprensión de la Shoáh y su difusión entre el público en general. Será necesario abrir un abanico de posibilidades para no estancarnos en la repetición monocorde y empezar a re-pensar algunas maneras más apropiadas y diferentes, tendiendo a una mayor y más moderna comprensión del máximo genocidio perpetrado por un país moderno.
Es necesario encontrar una nueva metodología y extender conceptos a un público ávido de explicación de un tema que a muchos, sobre todos, jóvenes les parece tan lejano en el tiempo y sin embargo está francamente muy próximo y a la vista de todos. Los ramalazos siguen vivos, las cenizas no se han extinguido del todo. La comprensión recién se está extendiendo y no es fácil realizarlas cuando la misma sociedad no se ha compenetrado en el verdadero sentido que tiene para la propia vida de nuestra humanidad toda. Nada es extraño: Cuando Martín Buber habla de: crisis, quiere decir: ruptura. Y evidentemente nuestras sociedades están asistiendo a una profunda crisis y por ende una ruptura en cuanto a su cultura, a la occidental en la cual estamos inmersos.
La enseñanza de la Shoáh en las escuelas es determinante, y debería ser la matriz, en una construcción pedagógica actual. Nadie bien nacido lo puede negar. Intentar modificar y actualizar curriculas, también lo es. Estar presentes en todos los estamentos de la civilidad no es nada despreciable, pero todo ello es hartamente insuficiente, sobre todo a la luz de los acontecimientos que se van dando en el mundo, Nada alcanza en la difusión del mensaje. Testimoniar es insustituible (no hay duda al respecto), y está bien que así sea, entroncado en el factor primordial de la comprensión. El relato de primera mano es insustituible. Y, hoy día, cuando los avances de las derechas son tan fuertes en todos los campos intelectuales de la sociedad, es el momento de cambiar, el momento de intentar una polémica renovadora entre los hombres y mujeres, que están embarcados en este trabajo sereno, pero implacable. No lo podemos permitir y para ello es la incesante preocupación en reinventar y profundizar las explicaciones y los preceptos básicos de conciencias ciudadanas. Lo realizado es denodadamente increíble en esfuerzo, pero tengamos bien presentes y seamos lúcidos que ello no alcanza, no es suficiente (reitero una vez más) y deberemos encontrar mecanismos, ideas nuevas como aportes sustanciales. De nosotros depende. De la fortaleza en nuestras convicciones, no dudamos nunca. Bueno, ¿Entonces?
¿Alcanza nuestra prédica de siempre? ¿Qué impedirá que no vuelva a suceder?
Para ello es imperioso re-pensar algunos aspectos, que han permitido que ocurriese, una vez y entender algunos conceptos que se siguen arrastrando desde este pasado tan reciente, vivo, y siempre presente. En primer lugar, no le tengamos miedo a las palabras, el lenguaje a emplear es importante y en algunas oportunidades, tememos utilizar las palabras y los conceptos exactos. Por ejemplo, el sistema en el cual se perpetró la Shoáh, fue en el sistema capitalista, el mismo, en el cual estamos viviendo ahora. Entendamos de una buena vez que: “Nuestra historia reciente, debe constituir un cuestionamiento permanente en nuestra civilización y en el mundo que vivimos, el mismo que fue capaz de generar el horror”(Prof. Enzo Traverso, - prof. de Ciencias Políticas de Amiens, Francia).
Retomemos un poco los conceptos: No es el “modelo liberal”, el “neoliberal”, o el que fuere. Puede denominarse de muchas maneras, enmascararse de distintas formas y ropajes. No es el modelo adoptado, circunstancial a veces, que puede mostrar nuevas facetas, más o menos agradables. Sí es el sistema, el que produce exclusión, pobreza, hambre, enfermedad y todas las demás linduras que conocemos en nuestro diario vivir. Entonces, repitámoslo: es el sistema el que está en crisis, y tengamos bien presente que este, es el mismo que prohijó el nazismo alemán y no otra cosa. ”Alemania hizo que conjugara antisemitismo, mas imperialismo, con la más perniciosa potencialidad”. (Dr. E. Rafecas, prof. de la U de P, citado, en Nuestra Memoria n*23). ¿Está clarito?
La democracia, es esta que tenemos. No nos cansaremos de repetir que fue en la democracia de Weimar donde se permitió alumbrar el nazismo. Fue en esta crisis donde se produce la cisura de la cultura Europea y de Occidente. La democracia permite la defensa de la diversidad cultural y es con ella de la mano que debemos dar los pasos. El concepto del Derecho es inherente a ella. No hay otra cosa; lo otro es el vacío, y pese a las serias imperfecciones de la misma es de extrema utilidad para encontrar los caminos de expresión, para que a ninguna mente febril se le ocurra volver al pasado. Seamos cuidadosos y precavidos, la derecha siempre estará al asecho, la reacción siempre estará presta a tomar cualquier atisbo de debilidad de la democracia para tratar de imponer sistemas totalitarios, más afines a defender sus intereses. Hay que estar precavido, atento, nada más y luchar por la democracia.
La historia nunca se repite, siempre es diferente. La Shoáh, como expresión máxima de genocidio, puede volver a reformularse, naturalmente, no de la misma manera. No lo sabemos. No es posible pensar cual puede ser la matriz significante de un nuevo hecho. No somos adivinos. Si podemos establecer que nuevos genocidios pueden estar aun en el horizonte y en un horizonte no tan lejano y de muchas formas y expresiones. El mismo siglo XX, el cual acabamos hace muy poco de desembarazarnos, es pletórico de datos y concreciones, empezando por el de 1915 (genocidio de los Armenios perpetrados por los Turcos, ampliamente conocido y NO reconocido todavía por estos últimos, lo que le confiere ser todavía más ominoso aún).
El ser humano no puede menos que estar precavido y sumamente atento a las diversas manifestaciones y actitudes que se producen a diario en nuestro planeta, por grupos identificados como democráticos, (sin hablar de los otros). ¿Quién, en este nuevo siglo, se atreve frontalmente embanderarse contra la democracia? ¿Pero, que entienden algunos sectores, por democracia? Todos, o casi todos afirmamos que sostenemos la democracia, ¿No es así? en fin...
Estos “otros” que se erigen en defensores de la democracia, la usan para sus particulares fines y están consustiansados con ideologías bien de derecha, bien extremistas que albergan y dan cabida a concepciones nazis encubiertas y a veces no tan encubiertas. Repito insistentemente e inclusive con el temor de resultar excesivamente aburrido. Que no nos asusten las palabras duras y los compromisos políticos: ¡es un imperativo!. No somos personas, anodinas y sin ideas concretas. Y sí consecuentes con construcciones filosóficas alertadoras, pero carente de temores, pero teniendo presente, que es en un mundo diferente y libre de extremismos execrables, en el cual deseamos vivir y al que aspiramos dejar, un poquito mejorado, para las próximas generaciones.
El hombre debe, indefectiblemente hacer valer sus derechos a la vida, a la vida digna, sobre todo en estos momentos. Ejercer derechos, ser visibles a los otros en la democracia e entroncar estas premisas, con la lucha por la paz, la paz posible y real, sin la cual nada vale la pena.
El hombre no puede volver al pasado; El pasado es demasiado doloroso, miserable e inclusive inaudito. El hombre debe bregar por un mundo diferente, por darse un sistema “moral” distinto, que le permita volver a crear, pero a crear para la vida. Ya no tiene cabida la simple enunciación, la simple declamación: La educación debe ayudar a construir, a transformar, a ser una constante movilizadora de conciencias, pero con reformulaciones claras, no estancadas en remanidos conceptos y presuntas certezas que de ciertas no tienen nada. Establezcamos nuevas maneras de convivencia en la sociedad moderna. No, a la exclusión, no al hambre, si al trabajo natural, donde cada familia pueda mandar a sus hijos a la escuela.
La educación carece de todo sentido, si una sustancial parte de la población no está en la escuela. ¿De qué sirve educar y todo lo que podamos decir al respecto, si el educando está “ausente” del aula? Re-pensemos un poco: Es tiempo todavía, siempre es tiempo, pero tengamos claro que este “ausente” de hoy, será mañana, si no es educado, lastimosamente irrecuperable para la sociedad. Estos “ausentes”, posiblemente son los convocados a engrosar filas de vaya saber que tipos de proyectos, para retrotraernos a épocas nefastas y harto conocidas.
El hombre, reitero, entendiendo por este, al ser social, debe indefectiblemente participar, ser el sujeto y centro de la educación, en un medio posible. No es novedoso el concepto pero sí, perentorio.
Entendamos de una buena vez, que la contradicción fundamental del siglo XX, no estuvo encuadrada en; “democracia y totalitarismo, sino la que se estableció entre la vida y la muerte. Y la muerte a resultado victoriosa”. (José Pablo Feimann, Escritos imprudentes II, pag. 363).
Seguramente hay otra y muy dispares opciones, mejor elaboradas que estas, con encuadre pedagógico más claros y definidos (no es el propósito de esta nota), pero buceemos en algunas explicaciones que insertamos como un posible aporte. Recordemos, que lo perfecto está siempre alejado de lo bueno, entonces, hagamos, por ahora lo posible.
Roland Drut 6/2005



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